domingo, 1 de junio de 2014

Francisco Morazán huésped de los Obaldía – Gallegos y los Candanedo - Medina

El 18 de marzo de 1840, Morazán fue derrotado por el General Rafael Carrera ante un ejército de 5000 hombres contra los 1300 unionistas que lo acompañaban, después de una batalla descrita como salvaje por los cronistas. El 4 de abril de 1840,ante una junta de notables, Morazán manifestó su renuncia y su resolución a salir del país, pues no deseaba causarle más problemas al pueblo salvadoreño. El 8 de abril de 1840, el general Francisco Morazán tomó el camino del exilio. Partió desde el puerto La Libertad (El Salvador), a bordo de la goleta Izalco acompañado por 30 de sus más cercanos amigo y veterano de guerra.  Al arribar a Puerto Caldera (Costa Rica)  solicitó asilo para 23 de sus oficiales, el cual le fue concedido. Siete de ellos continuaron con el viaje en su compañía. Morazán arribó a Chiriquí, y luego pasó a David, donde su familia le esperaba.


General Francisco Morazán Quezada


Su esposa, María Josefina Lastiari, siguiendo instrucciones de Morazán había partido a finales de marzo en el barco francés, Melenic, desembarcando en el puerto de Pedregal donde José Arcenio de Obaldía Orejuela, acaudalado amigo, abogado y político neogranadino residente en David estaba esperándolos.  Junto con María Josefina viajaban Francisco Morazán Moncada (hijo del general con Francisca de Moncada, hija de un político nicaragüense), Esteban Travieso Lastiari (hijo de Josefina con su difunto primer esposo Esteban Travieso y Rivera Zelaya) y Adela Morazán Lastieri hija del matrimonio con María Josefina.


María Josefina Lastiari


José Arcenio, hospedo a la familia del militar centroamericano en la residencia de José Antonio Candanedo Araúz, tío de su esposa Ana Gallegos Candanedo y que estaba a escasos cien metros de la residencia de los Obaldía – Gallegos.


José Arcenio de Obaldia Orejuela


Permanece dieciséis meses entre 1840-1841  en la ciudad de David y es aquí donde escribe sus memorias que dejó inconclusas y el texto conocido como Manifiesto de David, una réplica a sus enemigos en la que también expuso claramente el proyecto de Estado-nación, moderno, muy distinto a la estructura de gobierno colonial, el cual transcribo a continuación:

AL PUEBLO DE CENTRO AMÉRICA

Cuando los traidores a la patria ejercen los primeros destinos, el Gobierno es opresor.
Montesquieu.

 Hombres que habéis abusado de los derechos más sagrados del pueblo por su sórdido y mezquino interés! Con vosotros hablo, enemigos de la independencia y de la libertad. Si vuestros hechos, para procuraros una patria, pueden sufrir un paralelo con los de aquellos centroamericanos que perseguís o habéis expatriado, yo a su nombre os provoco a presentarlos. Ese mismo pueblo que habéis humillado, insultado, envilecido y traicionado tantas veces, que os hace hoy los árbitros de sus destinos y nos proscribe por vuestros consejos, ese pueblo será nuestro juez.

Si la lucha que os propongo es desigual, todas las ventajas de ella están de vuestra parte.
Tenéis en vuestro apoyo: 

Que os halláis colocados en el poder, y que nosotros nos encontramos en la desgracia. 

Que podéis hacer uso de vuestra autoridad para procurarnos acusadores, que nosotros no encontramos tal vez ni un testigo.
Que os habéis constituido en nuestros jueces, y declarado que somos vuestros reos. 

Que nuestra voluntaria retirada de los negocios públicos, con un objeto más noble que el que ha podido caber en vuestros corazones, la habéis interpretado como fuga. 

Que a nosotros, que no os atrevisteis nunca a vernos cara a cara, nos insultáis atrozmente en vuestra imprenta; y añadiendo el escarnio a la venganza, habéis tomado la mano misma que os ha envilecido para trazar los caracteres de un nombre funesto que no podemos pronunciar sin oprobio, y nuestra expatriación se ha decretado

Y en fin, para complemento de vuestro triunfo, todas las apariencias acreditan que el pueblo que nos va a juzgar os pertenece. Pero no importa. Nosotros tenemos la justicia. Vamos a los hechos. 
Cuando vosotros disfrutabais de una patria, no podíamos nosotros pronunciar este dulce nombre. Recordadlo. Vosotros habéis gozado muchos años de los bienes de esa patria que buscáis en vano. ¿Encontraréis en la República de Centro-América algunas señales de ella? No. Aunque le dais hoy este nombre, más extranjeros sois por vuestros propios hechos en el pueblo que os vio nacer, que nosotros en Méjico, en el Perú y en la Nueva Granada. Por la identidad de nuestros principios,  con los que sirven de base a los gobiernos de estas Repúblicas, nosotros hemos hallado en ellas simpatías que vosotros no encontraréis en el propio suelo de vuestros padres (que ya no os pertenece) desde el momento mismo que se descubran vuestros engaños. Pero si aun queréis buscar vuestra patria, la hallaréis sin duda por las señales que voy a daros. Oíd y juzgad. 

En vuestra patria cometías culpas que se olvidaban por unas tantas monedas, y a nosotros se nos exponía a la vergüenza pública. 
En vuestra patria perpetrabais los más atroces delitos, a los que se les daba el nombre de debilidades para  dejarlos sin castigo, y nosotros sufríamos la nota de infames hasta nuestra quinta generación. 

En vuestra patria ejecutabais los crímenes que siempre se quedaban impunes, porque vosotros mismos erais los jueces, y nosotros perdíamos la salud y la vida en los cadalsos. 

En vuestra patria ostentabais los honrosos títulos de tiranos, y nosotros representábamos el humillante papel de esclavos. 

Esn vuestra patria tenías la gloria tenías la gloria de apedillaros los opresores del pueblo, y gemíamos nosotros bajo la opresión. 

Y cuando en vuestra patria, ensanchando la escala de los opresores, defendíais hasta los infames oficios de carceleros y de verdugos, a nosotros se nos exigían los reos y las víctimas. 

Y para que nada faltase a vuestra dicha y a nuestra desgracia, así en la tierra como en el cielo, ¡Hasta los santos sacabais de vuestras propias familias!, y los malvados, a vuestro juicio, sólo se encontraban en las nuestras. 

Vosotros oíais, continuamente en sus revelaciones, la felicidad que os aguardaba, en tanto que a nosotros sólo se nos anunciaban desgracias.

 Vosotros dirigías con confianza vuestras súplicas al pie de los altares, porque hacíais propicios a sus sacerdotes con las riquezas que exigíais al pueblo, en tanto que éste temía elevar sus plegarias,  por no poder acompañarlas con ofrendas…. 

 Y por último, para llenar la medida de vuestro poder y nuestro infortunio, aun más allá de la tumba, en tanto que las almas de nuestros padres vagaban sin consuelo en derredor nuestro, para demandarnos los medios de lograr su eterno descanso, vosotros comprabais el Cielo que no habías merecido, con los tesoros que os proporcionaban las leyes de un infame monopolio.

 He aquí vuestra patria. Recordadla. Pero si aun insistiereis en disputarnos la que por tantos títulos nos pertenece, exhibid vuestras pruebas, que nosotros daremos las nuestras;  y si resultase un solo hecho en vuestro favor contra mil que presentemos nosotros, consentiremos, gustosamente en ser a los ojos del mundo lo que hoy somos a los vuestros.

 No es vuestra patria. Porque en 1812, que por la primera vez se ventilaron los derechos de americanos,  vosotros hacías de injustos jueces, de viles denunciantes y de falsos testigos contra los amigos de la independencia del Gobierno absoluto. 

Es nuestra patria. Porque en la misma época nosotros nos la procurábamos difundiendo ideas de libertad y de independencia en el pueblo, sin que vuestras amenazas nos arredrasen ni nos intimidase la muerte, ya sea que se nos presentase en la copa de Sócrates, que la encontrásemos al cabo del dogal que quitó la vida al Empecinado o que se pronunciase en vuestros inicuos tribunales. 

No es vuestra patria. Porque cuando triunfaron las ideas de libertad en la metrópoli, cuando los patriotas españoles quitaron algunos eslabones a la pesada cadena de nuestra esclavitud, revelándonos de este modo lo que éramos y lo que podíamos ser, vosotros conspirasteis contra el Gobierno Constitucional que se estableciera en toda la monarquía como enemigos de las luces, cooperasteis con aquellos que pretendieron, entonces, independizarse del Gobierno de las cortes y trasladar a la América el Gobierno absoluto de los Borbones.

 Es nuestra patria: Porque en el mismo tiempo hacíamos resonar el grito de independencia en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tenía un corazón americano se sintió, entonces, electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una disposición de la Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones.

 Es nuestra patria: Porque en el mismo tiempo hacíamos resonar el grito de independencia en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tenía un corazón americano se sintió, entonces, electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una disposición de la Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones,  enemigos de la independencia de España constitucional, se unieron con los independientes de ambos Gobiernos, y proclamaron la separación de la antigua metrópoli el 15 de septiembre de 1821. Y de este modo, vuestros nombres figurarán en la historia al lado de los Reyes Luis IX, Luis XI y otros muchos que trabajaron sin pensarlo, a favor de la democracia, sistema que hoy gobierna en la República de Centro América.

No es vuestra patria: Porque en 1821, acreditasteis con un hecho, que es a los ojos del mundo un grave crimen, vuestro tardío arrepentimiento por haber cometido otro crimen que no es menos grave a los vuestros.

Los remordimientos de vuestra conciencia por haber cooperado a la independencia de un pueblo indócil, que convirtió en su provecho lo que era destinado al vuestro, quisisteis aquietarlos sacrificando a un gran conspirador los derechos de este mismo pueblo:  y en lugar de un viejo monarca, nos distéis un nuevo usurpador:  en lugar de la tiranía de los Borbones, nos disteis el escándalo  de  un emperador de farsa, más opresor porque está más inepto, y su opresión mil veces más sensible,  porque lo ejercía sin títulos, sin tino, con sus iguales y por la vez primera. Es nuestra patria: Porque cuando vosotros, al lado del General mejicano don Vicente Filísola, hicisteis los mayores esfuerzo por conservar la dominación del Emperador Iturbide en los pueblos que había subyugado por la intriga, aunque sin éxito, nosotros procuramos evitarla. Cuando muchos de vosotros, a la retaguardia de aquel General, eráis testigos de los últimos esfuerzos del heroico pueblo salvadoreño, que mal defendido y cobardemente abandonado por su jefe en el momento mismo del peligro sucumbió noblemente,  y con más gloria que la que pudo caber a sus vencedores;  nosotros por este mismo tiempo,  en el propio teatro de la guerra, en Guatemala, Honduras y Nicaragua, corríamos la suerte de los vencidos, por la identidad de nuestras opiniones.

El pueblo salvadoreño, sin armas y abandonado a su propia suerte, hizo impotente la negra intriga que se formara en su seno con innobles miras.  Defendió por largo tiempo la más hermosa de todas las causas, adquiriendo por digna recompensa de sus grandes hechos, la inmarcesible de dar al mundo el grandioso espectáculo de un pueblo libre que se regenera, obteniendo, en sus propias derrotas, la reivindicación de los mismos derechos que se la ocasionaron;  en tanto que sus injustos agresores pierden todas las ventajas que les diera su malhadado triunfo.

Por un distinguido favor de la Providencia, los últimos cañonazos que quitaron la vida a los mejores hijos de El Salvador y completaron  en el Reino de Guatemala la dominación de Iturbide, eran contestados por los que se disparaban  en México, para celebrar la completa destrucción de un Imperio que sólo apareció al mundo para oprobio de sus autores.  Y por justo resultado de estos hechos, del Reino de Guatemala, libre del dominio del Emperador Iturbide, en donde habías creado vuestra nueva patria, se formó la nuestra,  bajo un sistema democrático,    con el nombre de República Federal de Centro América.

Si ya que no podéis negar estos hechos, que todo el pueblo ha presenciado, pretendiereis, en vuestro despecho, arrojar de nuevo vuestra acusación favorita, a saber: Que muchos de nosotros nos hemos enriquecido defendiendo la independencia y la libertad, -no pretendo dejaros ni este miserable recurso.

Tal como es para mí de falsa e insultante la proposición, yo la levanto del suelo, en donde la ha colocado el desprecio público, con la fundada esperanza de tirárosla a la cara con doble fuerza.  Si se puede llamar riqueza la que obtuvieron algunos de vuestros jefes militares en el sitio de Mejicanos,  por medio de un mezquino monopolio –estamos todos de acuerdo. Pero si los bienes de los regulares componen la única riqueza que se ha podido encontrar en Centro América, levante la mano el más atrevido de vosotros, y clave en nuestra frente la nota de infame a los que la hubiéramos merecido por este hecho u otro semejante.

Volvamos al asunto. Después de la caída de Iturbide ¿cuál ha sido la conducta que habéis observado?  Yo os la recordaré.

Vuestra debilidad os hizo firmar la Constitución Federal de 1824, y combatirla vuestra perfidia en  1826,  27 y 28.

Con este interés disteis vuestros sufragios de Presidente al señor Arce; y este mismo interés os hizo despojarlos, cuando ya había llenado, en parte, vuestras miras, porque le fuera adversa la suerte en el momento mismo de exterminar a vuestros enemigos.

Vuestra razón de Estado llevó por segunda vez la guerra a muerte a los pueblos de El Salvador, que perpetuaron vuestros jefes  por interés.

Vuestra venganza iluminó por mucho tiempo las oscuras noches de estío con el incendio de poblaciones indefensas, para que la rapaz y mezquina codicia de vuestros militares, que se ejercitaba a media noche, encontrarse alumbrado el camino por donde se condujeran a vuestro campo los miserables despojos que habían librado de las llamas…

Esta devastación, esta mina, que sólo se habría terminado con la dominación a que aspirabais, y que se os escapara de las manos por la imbecilidad y cobardía de vuestros guerreros, desapareció con los triunfos de Gualcho, Mejicanos y Guatemala, y los liberales vencedores acreditaron con la completa reorganización de la República que eran dignos de regir los destinos de un pueblo libre.

Vuestra venganza, jamás satisfecha, y vuestros deseos de dominar, nunca extinguidos, trajeron otra vez la guerra a la República para dar un nuevo testimonio al mundo de vuestras miras, y a los centroamericanos una prueba de todo lo que debiera esperar y temer de sus enemigos.

El Coronel Domínguez, que defendiera vuestra causa con tanto empeño en 1828, invadió los puertos del norte en 1831, se introdujo con fuerzas en el Estado de Honduras, para presenciar sus derrotas, y encontró por último la muerte en la ciudad de Comayagua.

El ex Presidente Arce, que apareció en el mismo tiempo por Escuintla de Soconusco con tropas mexicanas que habían destruido la Independencia nacional, fue completamente batido por el valiente  General N. Raoul. No pudiendo aquel desgraciado Jefe imitar a Moreau, que murió  combatiendo contra su país natal con un valor que atenuara su crimen; ni a Coriolano, que obligado a retirarse de las puertas de Roma por las súplicas de la que lo llevara en su vientre, acreditó que no le faltaban virtudes, siguió el ejemplo de tantos griegos que se unieron con los enemigos de su patria para combatirla, y sufrió, como ellos,  el digno castigo en su propia derrota y en las dobles maldiciones de los mercenarios extranjeros vencidos y de sus conciudadanos vencedores.

Esta injusta guerra se terminó con la ocupación del castillo de S. Fernando de Omoa, en donde el malvado Ramón Guzmán, que sirviera en vuestras filas como soldado en 1828, enarboló la bandera española. Después de una lucha obstinada de 5 meses, que diezmara nuestro ejército, y de la epidemia que lo quitara, fue abatida esa señal oprobiosa de nuestra antigua esclavitud por el valiente y sufrido Gral. Agustín Guzmán, que hizo rendir la fortaleza. Y para dar al mundo un testimonio de los extremos opuestos a que pueden conducir vuestras opiniones y las nuestras en el mismo campo en donde está colocada la cabeza de un traidor, hijo de la República, y de vuestro partido, que elevara sobre las murallas del castillo el símbolo de nuestra opresión, existen los sepulcros de mil centroamericanos, del nuestro que lo despedazaran.

No pretendo asegurar que todos vosotros hayáis aplaudido aquel crimen; si puede adivinarse que hubiesen algunos de vosotros que lo vieran con indignación, permítaseme preguntar a los demás; ¿tiene alguna analogía con la rendición de la plaza de San Salvador  en 1823?  ¿Si Fernando VII y la bandera española tienen algo de común con la del Imperio mexicano y Agustín I? ¿Si las garras de la joven Aguila que se ven pintadas en ésta, oprimen o hieren con más fuerza que las del viejo León hispano que se mira en las armas de aquellas que dominaran la América por tres siglos?

Esta guerra, tan fecunda en hechos que ilustraron las armas del Gobierno Nacional, que no fue menos abundante en sucesos que justificaron más y más la causa de los liberales vencedores, arrojó sin embargo elementos funestos de discordia. A éstos se unió el descontento, que naturalmente debió producir una Administración de diez años, continuamente contrariada por los hábitos que dejara el Gobierno absoluto, cuyos resortes tocasteis con oportunidad para preparar la revolución de 1840.

Vosotros, apoyados en el fanatismo religioso, destruisteis en el Estado de Guatemala las obras que los demócratas consagraron a la libertad, en tanto que los bárbaros las hollaron con su inmunda planta.

La profesión de los derechos del pueblo –la ley de la libertad de imprenta- la que suprimió las comunidades religiosas- la que creara la Academia de Ciencias, en que se enseñaban los principales ramos del saber humano, repuesta por vosotros con la antigua Universidad de San Carlos –la del hábeas corpus- los códigos de pruebas, de procedimientos y de juicios, obra del inmortal Livingston, adoptadas con el mejor éxito, y tantas otras, fueron al momento derogadas por vosotros y el vacío que dejaron estos monumentos del patriotismo lo llenasteis con nombres odiosos, que recordarán al pueblo su antigua esclavitud y sus tiranos.

En los Estados de Nicaragua y Honduras, los justos deseos de reformas, no satisfechos con las que hiciera el Congreso en 1831 y 1835, fueron de nuevo excitados por dos folletos que escribió el ex-Marqués de Aycinena. En ellos pretendía éste probar que no estábamos bien constituidos, porque los Estados, como en Norte América, no fueron antes que la Nación, y porque la Constitución Federal es más central que la de aquella República.

Proposiciones en su origen insidiosas, risibles en su aplicación y que han merecido el deprecio de los hombres sensatos.

Pretender que las Constituciones de nuestros Estados debieran existir antes que la general, es pedir un imposible, porque los españoles, que nunca fueron ni tan ilustrados ni tan generosos como los ingleses con sus colonos, no nos permitieron otra ley que la voluntad del soberano.

Asegurar que por esta falta no estamos bien constituidos y somos desgraciados, es ignorar las causas que han contribuido a la felicidad de aquel pueblo afortunado.

Afirmar que la Constitución Federal de Centro América es más central que la de los Estados Unidos del Norte, es un insulto que no podrá sufrir con paciencia el que haya hecho una comparación de las leyes.

En fin, atreverse a asegurar ante el público tantas falsedades juntas, es abusar demasiado de su sencillez y buena fe, y del silencio que han observado los centroamericanos ilustrados que conocen que ni los norteamericanos pudieron hacer su felicidad copiando las Constituciones democráticas que habían servido a otros pueblos, ni el de Centro América, en su actual estado, hará la suya adoptando la Ley Fundamental de aquella República si no puede trasplantar al mismo tiempo el espíritu que le da la vida.

Pero  Aycinena sólo ha tenido por mira, al propagar estas doctrinas, producir una revolución, -¡Ojalá sea más afortunado en esta vez que lo fuera con su familia en la del Imperio mexicano, que defendieron con tanto ardor!

Si el Duque de Orleans encontró en la guillotina el castigo de haber anarquizado al pueblo francés, aparentando para subir al trono ideas liberales que no profesara,  descendiendo de lo grande a lo pequeño, debe tener igual suerte Aycinena, que usa de los mismos medios para recobrar sus honores.

Ni el oro del Guaya, ni las perlas del Golfo de Nicoya, volverán a adornar la corona del Marqués de Aycinena;  ni el pueblo centroamericano verá más esta seña oprobiosa de su antigua esclavitud;  pero si alguna vez brillase en su frente este símbolo de la aristocracia, será el blanco de los tiros del soldado republicano.

Y para que nada faltase de ignominia y funesto a la revolución que habéis últimamente promovido, apareció en la escena el salvaje Carrera, llevando  en su pecho las insignias del fanatismo, en sus labios  la destrucción de los principios liberales y en sus manos el puñal que asesinara a todos aquellos que no habían sido abortados, como él, de las cavernas de Mataquescuintla. Este monstruo debió desaparecer con el cólera  morbus asiático que lo produjo. Al lado de un fraile y de un clérigo  se presentó  por la primera vez revolucionando los pueblos contra el Gobierno de Guatemala, como envenenador  de los ríos que aquellos conjuraban, para evitar, decían,  el contagio de la peste. Y contra este mismo Gobierno, fue el apoyo de los que en su exasperación le dieron parte en la ocupación de la ciudad de Guatemala, Fue su peor enemigo cuando estos quisieron poner término a sus demasías y vandalismo, y su más encarnizado perseguidor y asesino cuando el salvaje se uniera con vosotros. 

Es necesario que no se ignore la conducta de este insigne malvado, que ha excedido con sus crímenes a todos los tiranos sin conocerlos. Su vida forma una cadena no interrumpida de delitos, acompañada de circunstancias horrendas.

El fusilamiento de varios jueces de circuito, en cuyo número se cuenta el ciudadano F. Zapata, que ejercía sus funciones en Jalpatagua, es de este número.

Como en todos los pueblos, lo primero que hizo Carrera fue incendiar en la plaza la ley que establecía el juicio por jurados, y los códigos que eran el espanto de los malvados, porque se habían sentenciado en pocos días, con arreglo a ellos reos de muchos años.

En seguida hizo colocar al juez Zapata en el lugar destinado al suplicio, a tiempo que pasaban de camino, para la ciudad de El Salvador, las señoritas Juana y Guadalupe Delgado. Juzgando sin duda, el malvado asesino, que todos tenían un corazón que se complaciera como el suyo con la muerte de la inocente víctima, las obligó a presenciar la ejecución, a pesar de sus súplicas y lágrimas para evitarla, y de sus esfuerzos para separarse de aquella escena de horror.

El rapto, entre tantos raptos, de una joven doncella que vivía con sus padres en la hacienda de la Laguna de Atescatempa, fue acompañado de circunstancias que no deben ignorarse.
Carrera, que había visitado a esta honrada familia, y de ella recibió diversas insinuaciones de cariño, quiso retribuirlas con un crimen, como acostumbra.

Para ocultar el malvado su perfidia la que era el objeto de sus torpes deseos, recurrió a otro crimen, que pudo producir peores consecuencias por el gran compromiso en que puso a su Gobierno.

Hizo disfrazar a un oficial para que, a la cabeza de algunos soldados que debieran suponerse salvadoreños, y por consiguiente enemigos, ocupasen en la noche la casa de la hacienda. A pretexto de los dueños de ella hicieron servicios a Carrera, tenían orden de reducirlos a prisión y conducir a la joven hacia el Estado de El Salvador. El bandido, con un considerable número de soldados, debía encontrarse con ellos en el camino, y éstos contestar al ¿quién vive? El Salvador libre. A esta palabra de guerra se convinieron hacerse, mutuamente, fuego las dos fuerzas. Sin usar de las balas, dispersarse los fingidos salvadoreños en seguida y dejar en sus manos la causa inocente de tanta maldad para exigirle su deshonra en premio de haberla salvado.

Todo se habría ejecutado a satisfacción de Carrera, si la Divina Providencia no hubiera destinado, en justo castigo, una bala que se introdujera en el pecho cuando se batían, en apariencia las dos partidas. Esta bala, en concepto de algunos, se puso por casualidad en el fusil;  pero otros creen haber sido dirigida por la venganza del oficial que había sido, en otro tiempo, maltratado por Carrera;  lo cierto es que se le condujo preso a Guatemala, con los soldados que le acompañaban para cumplir las órdenes de su General.

La gravedad de la herida, que lo obligara a sacramentarse, no le hizo olvidar el único trofeo de su infernal campaña, que condujo por la fuerza a su cuartel general de Jutiapa. La joven tuvo el profundo sentimiento de que su criminal raptor sanase de la herida, y su desgraciada familia sufrió su deshonra sin quejarse.

La noticia de este hecho obligó a separase del Gobierno al Presidente del Estado de Guatemala, ciudadano Mariano Rivera Paz, para andar 27 leguas de mal camino, con el único fin de expresar al malvado el sentimiento que le causara ver derramar la sangre preciosa del caudillo adorado de los pueblos. Sangre que con estas mismas palabras, tuvo el descaro de reclamar al Gobierno del Estado de El Salvador, llevando adelante, para paliar el crimen cometido por Carrera, la infame trama que éste urdiera para ocultarlo.

La muerte del Diputado Cayetano Cerda, que lo obligara Carrera a cenar en su mesa en señal de amistad, y la mandara asesinar en seguida por el mismo centinela que lo guardaba.

La muerte que dio con su propia lanza a un elector de Cuajiniquilapa, que se negó a prestarle su voto.

El asesinato de todos los heridos del 19 de marzo en la plaza de Guatemala, ocupada a la bayoneta, evacuada después, rompiendo la línea enemiga, por falta de municiones y por no haber encontrado los auxilios que ofrecieron los liberales. Asesinato tanto más criminal, cuanto que se habían tratado con las debidas consideraciones  al oficial
 Montúfar y 35 soldados que se tomaron prisioneros en la acción, y respetado al padre Obispo y Canónigos que se encontraron en la catedral, confundidos con los soldados enemigos que se batieron con los nuestros dentro del mismo edificio.

La muerte que dio a cuarenta de los más distinguidos ciudadanos de Quetzaltenango, en cuyo número se cuentan las autoridades municipales, después de haber rescatado a muchos de ellos la vida,  esposas y hermanas con grandes sumas de dinero que Carrera recibió, son los menores delitos que ha cometido este malvado.

A este monstruo estaba reservada la invención diabólica de acompañar con su propia guitarra los movimientos del Señor Lavangnini, a quien obligaba a danzar, y los últimos ayes de las cuarenta víctimas que asesinó el 2 de abril en la misma plaza de Quetzaltenango, para acostumbrar así los oídos del pueblo y prepararlo a nuevas matanzas.

A este monstruo estaba reservado el acto de mayor inmortalidad y perfidia, que ejecutó en la propia ciudad de Quetzaltenango. Habiendo prevenido al pueblo que se presentase en la plaza a una hora señalada, bajo la pena de muerte, cuando se encontraba ya reunido,  mandó saquear a su tropa toda la ciudad que contiene 25,000 habitantes.

A este monstruo estaba, también, reservado enterrar a los vivos, como lo ejecutó con un vecino respetable del pueblo de Salamá, porque le faltaban mil pesos en que había valorado su vida. A pesar de que su familia le presentó alhajas en doble valor, lo introdujo, sin embargo, en la sepultura que le había obligado a cavar, y lo cubrió de tierra hasta la garganta, dándole después grandes golpes en la cabeza, que le produjeron la muerte, lo abandonó a su inocente familia, que su desolación derramaba lágrimas sobre el cadáver, cargando en seguida el bandido con el vil precio de su infame asesinato…………………………

Pero ¿cuál es el delito que no ha podido perpetrar ese malvado? Existe uno ¡quien lo creyera!, que sólo estaba reservado a vosotros: ¡dar a Carrera, en precio de tanto crimen, el poder absoluto que hoy ejerce en el Estado de Guatemala por vuestros votos!!!

Que nuestros conciudadanos que han presenciado todos estos hechos, desde las prisiones de Belén en 1812, hasta las matanzas de Carrera en la ciudad de Quetzaltenango, en 1840, juzguen y decidan ahora si tenéis algún título para llamaros centroamericanos, y cuáles son los nuestros. Y si, como esperamos, la justicia decide en nuestro favor: si los pueblos patriotas de que se componen los Estados de Nicaragua, Honduras, El Salvador, Los Altos y parte de de Guatemala, han descubierto vuestras pérfidas miras, preparaos, no sólo a abandonar la República, sino a andar errantes, como los hijos de Judea, tras la patria de los tiranos, que buscaréis en vano. Si, en vano, porque la libertad que habéis combatido tantas veces derramando la sangre de sus mejores defensores, ha recobrado el imperio del orbe, que por un don del cielo ejercía en los  primeros tiempos. Los pueblos de ambos mundos profesaban ya su culto; los Gobiernos del nuevo son obra suya, y los del antiguo caen y se precipitan a su voz para no reaparecer más sobre la tierra.

David, 16 de julio de 1841

F. Morazán

Alentado por sus partidarios salió Morazán de David con destino Lima, Perú, dejando sin terminar sus memorias.  En Lima recibió un préstamo de 18,000 pesos del General Pedro Bermúdez, personaje político y acaudalado quien Morazán había conocido en Costa Rica en 1835.  De regreso de Lima en el bergantín, Cruzador, a finales de diciembre de 1841 Morazán se detiene en puerto Pedregal, David para visitar a su familia quien se había quedado en la ciudad.  De regreso al viaje lo acompañan en su empresa numerosas personas de la localidad entre los que estaba Teodoro Gallegos quien ya había luchado con Morazán como Capitán en la caballería del Ejercito Libertador Centroamericano.

El General Morazán invadió con sus fuerzas Costa Rica y asumió la jefatura de dicho estado en Heredia el 12 de abril de 1842.  Una vez en la capital, fleto un barco para conducir a su familia quienes permanecían en David bajo los cuidados de Obaldía Orejuela.


Sin embargo cinco meses después es derrotado y condenado a la pena capital la cual se llevo a cabo a las seis de la tarde del 15 de septiembre de 1842.

María Josefina Lastiari muere cuatro años después en la miseria (1846), luego la herencia de su familia y la de su primer esposo muerto Esteban Travieso y Rivera Zelaya se perdieran financiando la gesta de Morazán.

sábado, 31 de mayo de 2014

Los González Candanedo y su inserción en la sociedad colonial

Revisaremos como los descendientes de Mathías González Candanedo logran amplio poder económico, político y social por casi dos siglos en el occidente panameño, hasta finales de siglo XIX. 

De acuerdo a lo planteado, en el articulo “Los González Candanedo en la provincia de León”  Mathías González Candanedo provenía de una familia que desde el siglo XVI tenía probada hidalguía, esto de acuerdo al Padrón de Hijosdalgo de Felipe II (1590) y posteriormente a la Sala de Hijosdalgo, de la Real Chancillería de Valladolid.  Como hidalgo “ilustrado” recién llegado y nacido en los Reinos de España, gozaba de cierta notoriedad en la provincia, desempeñándose como procurador de Alanje en 1748.  Logrando hacer vínculos con el que fuera alcalde ordinario y alférez Real, Don Juan Thenorio Morales al contraer nupcias en 1754 con su hija Simeona Thenorio.  Con el vínculo político logrado y sus aptitudes logra ocupar también el cargo de receptor de la Real Hacienda y Teniente Gobernador y Alcalde provincial.
Para el año 1767 ya era reconocido como un gran hacendado, dueño de la mayor casa de Santiago de Alanje de acuerdo con el gobernador de la provincia de Veragua Félix Bejarano.

Para el año 1772 ya muerto Mathías González Candanedo (15 de julio de 1770) su hijo Miguel Mathías González Candanedo Thenorio era alcalde ordinario de Alanje.  Igual que su padre Miguel Mathías ocupo varios cargos públicos en la provincia, entre los que podemos mencionar: regidor y procurador general del Cabildo de Alanje, gobernador del pueblo de indios de San Miguel de Boquerón (1777) y Capitán de milicia del pueblo de David (1782). Miguel Mathías se caso con Luciana de las Mercedes Araúz González, hija de Juan Don Joseph Araúz Lozada uno de los hacendados de mayor poder económico, político y social en la región, descendiente de una de las familias burguesas dueños de ricos hatos ganaderos en Penonomé y Chame que emigraron al interior de la provincia provenientes de la ciudad de Panamá, luego que Henry Morgan la saqueara.  La familia Araúz con sus parientes por consanguinidad y afinidad, constituyeron el principal tronco raizal de esa naciente colectividad. "Su poder se materializó como dueños de haciendas, terratenientes, con posesión de considerable cantidad de ganado vacuno y caballar, numerosos esclavos e indios agregados; estos dos últimos rubros estaban encargados de la labor de vaquera, en los servicios domésticos, como entes de alquiler y algunos negros o mulatos utilizados en trabajos artesanales, tiendas, carniceras y en trapiches.

Mediante este enlace matrimonial González Candanedo Thenorio accede a mayor capital económico e influencia política y social.  Luciana de las Mercedes tenía tratos comerciales con Pedro Olasagarre y Juan Anzotegui residentes en Perú.  Es así como el núcleo familiar de los González Candanedo Araúz realizan intercambios comerciales de carnes secas y cueros de los ganados de sus haciendas con Paita y Piura en el Perú.

Ya para el año 1781, los González Candanedo Araúz mantenían ganados y haciendas al noroeste de David, en las áreas de Cochea, Bijagual, Guayaba, Zambrano y la Montera, entre ríos y quebradas afluentes del río Chiriquí.

Es a partir de la unión de Miguel Mathías González Candanedo Thenorio y Luciana de las Mercedes Araúz que se constituyen los troncos familiares de la familia Candanedo (Gallegos Candanedo, Martínez Candanedo, Candanedo Medina y Candanedo Famanía, ver articulo en este blog “Los Candanedo: troncos familiares y nexos políticos en el siglo XIX”).

Con la decadencia del Gobierno español a principios del siglo XVIII, a causa de las guerras de sucesión, obligó al Estado a emitir cédulas reales en 1703 y 1705, para indultos y composiciones de tierras en el Reino de Tierra Firme, “…para socorro y por estrecheces en las Cajas Reales.” En ese rubro el gobierno español recaudo en el territorio panameño, dieciocho mil novecientos cuarenta pesos; la provincia de Veragua pago tres mil, distribuidos por mitad entre los vecinos y hacendados de Santiago de Veragua y Santiago de Alanje, en la cual los Araúz fueron contribuyentes.

Destacan entre los descendientes de Miguel Mathías y Lucina, Rafael Candanedo Araúz y José Antonio Candanedo Araúz troncos de las familias Candanedo Famanía y Candanedo Medina.


Casa de José Antonio Candanedo Araúz y Andrea Medina en David.
 En esta residencia se alojoel General Francisco Morazán en su estadía en Chiriquí, 
donde escribió su "Manifiesto de David, al pueblo de Centro América".

Rafael Candanedo Araúz igualmente como su padre y abuelo, ocupo cargos políticos por la región, durante la unión del estado panameño a la república de Colombia, como alcalde parroquial de David (1837), Jefe político del Cantón de Alanje (1839), casado con María Manuela Famanía Bracho mantenían negocios de carga marina desde 1844 y haciendas heredadas de sus padres en el área de Cochea, Bijagual y la Montera.  De esta unión nacen en 1807 Encarnación Candanedo Famanía y Rafael Candanedo Famanía.


Rafael Candanedo Famanía

Igualmente José Antonio Candanedo Araúz se desempeño como Jefe político del Cantón de Bocas del Toro (1837-1841), jefe del departamento de Aduanas, recaudador de Hacienda y colector de diezmos de la Parroquia de San José de David.  Casado con Andrea Medina del este matrimonio pasan a posesión de José Antonio la hacienda de Chiman, la cual el municipio de Alanje vendió en 1728 al presbítero Francisco Falcón (Sección de Planos e Historia, expediente 459, caja 36). Sin embargo, en 1790, Falcón vendió estas tierras a la señora María Josefa Medina Araúz en cien pesos y ella a su yerno José Antonio González Candanedo Araúz en el mismo precio, en 1821. Los sucesores de este, su esposa Andrea Medina, sus hijos Mariano, Buenaventura, Ana, Rosaura María y Antonia, la poseyeron desde 1848 hasta 1918, cuando fue nuevamente indultada y con posesión de titulo a favor de Francisco María, Miguel y Buenaventura Candanedo Miranda.  Esta extensa hacienda está localizada al noreste de David, en el corregimiento de Bijagual y sus linderos son: “norte, río Chiriquí; lugar de Torin; sur, confluencia de la Quebrada Grande con el Río Chiriquí; al este el río Chiriquí; oeste, la Quebrada Grande y camino a Zambrano.

Las haciendas de Cochea y Bijagual en manos de José Antonio González Candanedo Araúz y Rafael González Candanedo Araúz, la mayoría de ellas administradas por mayorales y vaqueros esclavos, luego de su liberación, optaron por contratar como mayorales a algunos labradores.

De acuerdo a inventario realizado por Colombia en la región para el ultimo curto del siglo XIX el mayor propietario ganadero es una mujer, inmigrante peruana, Manuela de Aguilar y Tavara, con tres hatos diferentes, el más grande en el municipio de San Lorenzo, que suman 3,860 cabezas de ganado mayor, a quien sigue otra mujer, Andrea Medina (esposa de José Antonio Candanedo Araúz) con un hato en David de 2,400 reses.  Luego tenemos a Pedro Romero, inmigrante de Santiago, con 1,000 bovinos en San Félix,  Dionisio Lambert, vicecónsul francés, con 999 en San Pablo y David, a quien sigue Agustín Jované López,   inmigrante de la burguesía de Panamá (esposo de Manuela de Aguilar) con 920 cabezas de ganado en Alanje y David.

A finales del siglo XIX y ya en la cúspide de los valores pecuarios, sobresalen en todo el contorno en estudio los Candanedo Medina, pues ellos eran dueños de cuatro mil cien reses.  Lo que representaba dos veces y algo más, del total de la ganadería de Cochea, aproximadamente.  Ganados que pastaban libremente en Cochea, Bijagual y Gualaca.  Ellos habían podido acumular un considerable capital en ganadería, que para la época representaba la suma de treinta y dos mil pesos colombianos.


Buenaventaura Candanedo Miranda

Esta riqueza ganadera estaba en poder de Ana, Antonia, Rosaura, Mariano y Miguel Candanedo Medina, como herencia por parte de sus padres, Don José Antonio González Candanedo Araúz y doña Andrea Medina Araúz, familia sumamente influyente, en la vida económica, social y política de Chiriquí.

El poder económico, político y social que gozaron los descendientes de Mathías González Candanedo durante los siglos XVIII y XIX en el occidente de la república de Panamá estuvo relacionado primeramente con la condición de esté como peninsular proveniente de un linaje de probada hidalguía, permitiéndolo formar parte de la hermética sociedad colonial hispana, tanto a él como sus descendientes logrando relaciones de afinidad y consanguinidad con familias arraigadas en la región provenientes de metrópoli panameña; los Thenorio, los Araúz y los Medina.  Las relaciones de afinidad y consanguinidad sumada al poder político prácticamente heredado por tres generaciones y la consecuente relación con la iglesia hicieron de esta familia la de mayor poder económico asociado con la actividad pecuaria en la región.

domingo, 25 de mayo de 2014

Los Candanedo como parte de la sociedad esclavista en Chiriquí

Desde inicios de su presencia en la vida en Chiriquí, los Candanedo como hacendados y parte de las familias de la élite en la región estuvieron relacionados con la actividad de compra y tenencia de esclavos, así encontramos que para el año 1756, Matías González Candanedo tenía bajo su servicio siete esclavos.  La tenencia de esclavos también era causa de conflictos entre los pobladores de los nacientes pueblos, encontramos también como Matías González Candanedo como procurador de Alanje, en el año 1748, intercedió en la disputa entre el alcalde de la provincia Eusebio De León y Lira y el Capitán José Fernández de Estribí donde el primero quería obligar al capitán Estribí a que le vendiese una negra zamba de este ultimo. Por lo que se apreso a León y Lira y se envío a la ciudad de Panamá (1).

De acuerdo con manejo del sistema esclavista imperante en la época, los esclavos eran traspasados entre la élite criolla por adquisición de sus derechos, herencia o embargo.  Ejemplo de lo anterior esta el embargo de esclavos realizado a las disposiciones herenciales del testamento del cura vicario de Santiago de Alanje, Francisco Javier Arosemena, por el gobernador de la provincia de Veragua, Félix Francisco Bejarano.  Se embargo un esclavo nombrado Juan de Araúz, el cual había sido vendido a Bernardo Romero; se embargaron dos esclavos cimarrones propiedad de José María Arosemena, nombrados Julían y Javier; se le entrego al depositario de la testamentaria Miguel Matías González Candanedo un negro etíope nombrado Rafael, con una casa de paja embarrada, de tabla y madera, con su cocina y otra casa contigua cercada de caña blanca; y se embargo un negro viejo nombrado Manuel Candanedo (2).



Sobre la compra de esclavos en estas alejadas provincias de la capital panameña encontramos un ejemplo en los  documento escrito por Jerónimo de Flores, quien “da poder al Beneficiado don Manuel Roales Caro, Cura del pueblo de San Pablo en Chiriquí y en segundo lugar á don Miguel Candanedo, vecino de Santiago Alange, para que compren una ó dos esclavas para servicio del otorgante (3), siendo esta otra evidencias de cómo funcionaba el sistema de tenencia de esclavos.

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los hacendados chiricanos empezaron a otorgar libertad a los esclavos más leales y allegados a su estructura familiar.  No obstante, en 1831, según el gobernador de la provincia de Veraguas, Juan Rodríguez Varcárcel, había un expediente promovido en la Real Audiencia, por el esclavo Juan Candanedo, en contra de su amo, don Bautista del Pino (4), lo que producía para la época conflictos.

Avanzado el siglo XIX aun el sistema esclavista era de gran relevancia para las actividades del campo en la vida de los hacendados en Chiriquí, así encontramos que en 1845, en su testamento, Clemencia Martínez Candanedo de Gallegos declaraba, aun ser poseedora de siete esclavos (5).



En varios casos las familias de negros esclavos llevaban los apellidos de sus amos, los Araúz, Samudio, Gallegos, Candanedo, Diez, Calancha, Contreras, Yánguez, Martínez, Franceschi, Esquivel y otros.  Los dueños de esclavos heredaban en sus hijos y familiares los derechos sobre sus esclavos (6).

Con los ideales libertarios dentro de los que se incluye la emancipación de los esclavos llego el fin del sistema esclavista, por lo que de acuerdo con las leyes colombianas promovidas por Bolivar, se decreto la abolición de la esclavitud a pesar de la oposición de las elites criollas.  Este proceso tuvo vigencia  a partir de la ley del 21 de julio y del 29 de mayo de 1842, que ordenaba la abolición del testador o testadora, esta medida para lograr de manera paulatina la desaparición de la esclavitud en Colombia.  Sin embargo 1851 se dio la abolición de la esclavitud.

La aplicación de dicha ley por los hacendados criollos de Chiriquí, se puede observar en el siguiente ejemplo: don Rafael Candanedo Araúz, señalaba en su testamento de 1844, que era su voluntad “que Santiago Araúz, hijo de María Josefa de Araúz, esclava que fue de su señora madre (doña Luciana de las Mercede Araúz de Candanedo) debería gozar del beneficio de la Ley del 21 de julio, luego que entre en la edad de dieciocho años”. Además señala que “a él se le dará de mi quinto una potranca, la silla de cabalgar de su uso y un freno de vaquero; siendo prevención, que está donación tendrá lugar si permanece en mi poder o en el de mi esposa e hijos, hasta que entre en goce de su libertad; y si saliese de la casa antes de que llegue este caso, se tendrá por no hecha está gracia” (6).

Al otorgarse la libertad de los esclavos en David, algunos se mantuvieron en la casa de sus antiguos amos, mientras que la mayoría de ellos se establecieron en los llanos libres, en las cercanías de David.  Finalmente fueron trasladados por las autoridades  a las tierras llamadas del Común, hoy La Loma Colorada.



(1)    Causa contra Eusebio De León y Lira, Alanje, 1748.  En “Veragua: la tierra de Colón y de Urraca” Tomo 1. Mario José Molina Castillo.
(2)    Testamentaria de Francisco Javier Arosemena, cura vicario de Santiago de Alanje, Alanje, 1772.  En “Veragua: la tierra de Colón y de Urraca” Tomo 1. Mario José Molina Castillo.
(3)    Protocolos de Heredia 1790.
(4)    Causa de acusación de Juan Candanedo, esclavo, en contra de don Juan Bautista del Pino, Santiago de Veraguas.  En  “La tragedia del color en el Panamá colonial 1501 – 1821.  Mario José Molina Castillo.
(5)    Testamento de Clemencia Martinez Candanedo, Notaria de Chiriquí 1845.  En  “La tragedia del color en el Panamá colonial 1501 – 1821.  Mario José Molina Castillo.

(6)    “La tragedia del color en el Panamá colonial 1501 – 1821.  Mario José Molina Castillo.

domingo, 20 de mayo de 2012

Los Candanedo Miranda entre los siglos XIX y XX

Ismael Candanedo Miranda.  Político, poeta, hacendado y abogado.  Como revisamos Don Ismael, promovió la construcción de la acequia del rio Papayal lo que provoco algunos comentarios en contra de la obra, lo que refleja el pensamiento de la época, pues se considero que abrir este canal era ir en contra de la naturaleza y, por supuesto, en contra de Dios. [1] 

En 1917, el señor Candanedo Miranda interpuso, ante el gobernador de la provincia, una resolución de denuncia en contra de Constantino Gutiérrez, quien había comprado a la nación tierras aledañas a las suyas donde sus caballos y cerdos dañaban el cauce de la acequia y ensuciaban el agua. El señor Gutiérrez había encerrado parte de la acequia, lo que impedía repararla y liberar el curso hasta los predios del Señor Ismael Candanedo.  El alcalde de David consideró que la acequia eran aguas comunes y corrientes y no tiene nada que ver con las artificiales de propiedad particular.  Don Ismael, pese a contar con vínculos directos con los jefes políticos de la tendencia liberal, veía su estabilidad hogareña afectada cada cuatro años que había cambio de gobierno.  Además, pese a su trayectoria de eficiente funcionario como alcalde, juez; sus adversarios personales y políticos emprendieron una persecución política hacia él.  Circunstancia que no solo arruino su vida política y económica, sino que tuvo que optar por trasladarse a la ciudad de Panamá con el propósito de gestionar su jubilación o algún cargo en el gobierno, pero en dicha ciudad.  Alternativa que no fue efectiva, razón por la que empezó a ejercer nuevamente como abogado.  Esta situación afecto la educación de sus hijos menores y ocasionó el abandono de su finca.

Efraín Candanedo Candanedo: hijo de Ismael Candanedo Miranda, nació el 26 de agosto de 1901, su formación académica la recibió por parte de su padre, tuvo la oportunidad de recibir clases de ingles y francés por parte de la señorita Mercedes Morgan, quine semanalmente se trasladaba a Bijagual a impartir clases a diversos jóvenes.  Inicial seguidor del liberalismo de su padre, formo parte inicialmente de la facción liberal de Dr. Porras Barahona.  Sin embargo, cuando ya el liberalismo de Porras estaba en decadencia, había surgido al poder el partido Liberal Renovador, el chiarismo (1924 – 1928).  El partido liberal se había desintegrado en diversas facciones.  De esta manera, el líder político Don Rodolfo Chiari, por diversas cartas dirigidas a Don Ismael Candanedo, le reclamaba que sus hijos, Efraín, Cesar y otros se inclinaron por la facción de Acción Comunal.  Así ocurrió, el 2 de enero 1931, ellos apoyaron decisivamente el derrocamiento del presidente, Florencia Harmodio Arosemena Guillén, puesto que don Efraín Candanedo Candanedo dirigió la toma de la policía secreta.  A partir de ese momento Don Efraín, militó en el partido arnulfista, incluso bajo el gobierno de este mandatario ocupó el cargo de jefe administrativo de la Caja del Seguro Social. Se caso con Gabriela González Bárcenas, de ascendencia colombina.

Ramiro Candanedo Candanedo, nació en La Montera, Bijagual, el 11 de marzo de 1915.  Él se ocupo de conservar los documentos de sus antecesores.  Dejó para la posteridad una gran riqueza patrimonial.  Elaboro el difícil árbol genealógico de los Candanedo, familia muy prolífica.  Además, promovió la creación de una asociación de los Candanedo, con el objetivo de procurar su unidad y solidaridad familiar.  Se casó con Aurelia Navarro, de la ciudad capital.

María Sofía Candanedo Candanedo, llamada cariñosamente Isolina, nació el 25 de junio de 1903.  Por más de treinta años laboro en la librería regional.

56Familia de Ismael Candanedo Miranda


57Ramiro Candanedo Candanedo 

 58María Sofía Candanedo Candanedo

                      
59 Cesar Augusto Candanedo Candaned


60Familia Candando Candanedo


Buenaventura Candanedo Miranda.  Hacendado dueño de hato de ganado en Chimán o Cocabarú y casa solariega en David.  Se caso con Adriana del Carmen Samudio Rivera, hija del  hacendado de Gualaca Francisco Samudio Caparroso.  A su muerte heredo todos sus bienes a su esposa Adriana Samudio quien vendió las propiedades en Chimán a Alberto Sitton.

Según la tradición oral, Buenaventura Candanedo Miranda era de afiliación liberal, igual que sus hermanos Ismael y Ernesto sufrió de persecución por los conservadores una vez que estos alcanzaron el poder.  De acuerdo a relatos de su hija Dorila Candanedo Samudio viuda de Bonilla, los godos (conservadores) llegaron a la residencia en David y al no encontrar a Buenaventura, quien estaba en su hacienda de Chimán, saquearon la bodega de granos que tenían en su casa de un alto.

Las hermanas Adriana, Dorila, María del Carmen Candanedo Samudio, se dedicaron a la educación, proporcionando para iniciar la escuela en el barrio de Doleguita habitaciones en la parte baja de la mencionada casa de alto y en otra casa de su propiedad que actualmente hace esquina con calle I norte y avenida segunda oeste, actualmente en propiedad del arquitecto Rolando Benítez.

Sus hijos: Alfredo, Adriana, Dorila, Julia, Lucrecia, Jaime, Lucila, María del Carmen y Delmira Candanedo Samudio, formaron troncos familiares cuyos hijos y nietos han resaltado en distintas actividades comerciales, educación, arquitectura, medicina, ganadería y agricultura.  Los Candanedo Samudio crearon troncos familiares con familias chiricanas y panameñas como los Anguizola, los Franceschi, los Medina, los Caballero, los Alba, los Vega, los Moreno, los Acosta, los Hurtado.  Sobresalen entre sus descendientes el Arquitecto Carlos Medina Candanedo y el Dr. Erick Medina Candanedo.

61Hermanas Candanedo Samudio


62Alfredo Candanedo Samudio 

63Lucrecia Candanedo Samudio
               

64Adriana Candanedo Samudio

65Jaime Candanedo Samudio
                

66Lucila Candanedo Samudio 

67Delmira Candanedo Samudio


68Adriana Candanedo Samudio, Maritza Franceschi Candanedo y Dorila Candanedo Samudio



Ernesto Candanedo Miranda.  Hacendado dueño de hato de ganado en Bijagual, participo en la Guerra de los Mil Días y se destaco como político, siendo alcalde de Boquerón.  Se caso con Josefina Moreno Gutiérrez natural de Dos Ríos. Procreando a Celmira, Rosa, Abel, Elvia María, Julio Cesar, Leslis y Mariano Isaías Candanedo Moreno.

69Hermanos Candanedo Moreno


Los Candanedo Moreno se destacaron en enfermería, política, educación, literatura y contabilidad.  Se destaca al escritor y contador y alcalde Abel Candanedo Moreno y Mariano Isaías Candanedo Moreno diputado por el Partido Agrario (1956 – 1960).

Mariano Candanedo Miranda.  Hacendado dueño de hato de ganado en La Montera, fue perseguido conjuntamente con sus hermanos Ismael y Ernesto durante la Guerra de los Mil Días por su militancia en el partido Liberal.  Se caso con Cristobalina Cano  natural de Cochea. Procreando a Catalina, Isasio, Mariano, Edmundo, Tulio, Arabia, Dora y Arquímedes Candanedo Cano.   Los Candanedo Cano y sus descendientes conservan sus posesiones en La Montera, Bijagual, dedicándose actualmente a la ganadería, agricultura, comercio, educación y política.  Actualmente Edmundo Candanedo Acosta conserva el liderazgo político en Bijagual, como representante de corregimiento.

70Arquímedes Candanedo Cano

71Cristobalina Cano de Candanedo

      

Florentina Candanedo Miranda.   Se caso con Francisco Candanedo Guerra, hijo de Rafael Antonio Candanedo Famanía. Procreando a Lilia Flora, Ana María, Evangelina, Aurora, Leticia, Azael, Miguel Ángel, Teodoro y Mariano Candanedo Candanedo.   Los Candanedo Candanedo y sus descendientes se destacan actualmente a la ganadería, agricultura, comercio y educación.

Liria Flora Candanedo Candanedo, en 1926 se inscribió en la Normal Rural de David y culmino sus estudios el 6 de febrero de 1929, obtuvo el grado de maestra rural.  Su labor educativa la realizo en La Montera, Bijagual, siendo la casa de habitación de sus padres, la primera sede oficial de dicho corregimiento.  Como docente activa e interesada en el desarrollo cultural y educativo de su pueblo natal, logro no solo impartir clases habituales a los niños de los sectores de La Montera y lugares aledaños, sino que a su vez, dedico tiempo extracurricular en la enseñanza nocturna de alfabetización de adultos.  Preparando veladas artísticas, organizando conjuntos típicos y enseñaba a las niñas a tejer y a bordar. Incrementó mejores hábitos de higiene.

72Lilia Flora Candanedo Candanedo

73Escuela de La Montera

     
Mariano Candanedo Candanedo, de destacada trayectoria educativa, consagro sus proyecciones comunitarias a Bijagual, gracias a su directriz y empeño logro que Bijagual contara con una escuela, que hoy lleva su nombre.  Hizo su formación educativa en el colegio de los Hermanos Cristianos.  Desarrollo su carrera de docente en diversos centros rurales como: Camarón, Escobal, Cabuya, Gualaca, Guayabal y Bijagual.  Se caso con Rosa Ríos, sus hijos Diomedes y Nilsa Candanedo Ríos siguieron la profesión de su padre llegando a ser profesores y su hijo Héctor Candanedo Ríos es licenciado en Contabilidad, ganadero y comerciante.  Su otra hija Nuria se consagro a la vida familiar.

74Mariano Candanedo Candanedo

 75Primera escuela de Bijagual








[1] Molina Castillo, Mario José (2010), Hijos del Campo 1750 – 1950: Bijagua y Cochea en la historia de Chiriquí (una sociedad rural).